A mi hermana, para que busque su bruja verde.
Buenas noches.
Bienvenidos a mi casa. Esta noche os he convocado aquí porque no creo en vosotros, no quiero asumir vuestra existencia. Espero que la cena os agrade, porque va a ser la última. Me gustaría, si me permitís, explicarme.
Tú, con ese color negro como de roca interestelar, me recuerdas a locura, me sabes a ausencia, y me dueles con pasión. Te tenía enterrado, te tengo olvidado. No hace falta que vuelvas por aquí, ya no necesito nada de ti. Me regalaste cosas bellas que conservo para crecer, pero a cambio de un viaje penetrando en las entrañas del daño puro, aferrado. Puedes parar. Puedes marchar.
Contigo, sin embargo tengo que convivir el resto de mi vida, estoy resignado a entenderme con tu presencia aunque lucho cada minuto que pasa intentado evitarla. En la oficina, en una ciudad u otra, en la cena, o en la cama. Siempre estás, aunque no en todas las ocasiones entiendo por qué. Por eso nunca me dejas indiferente. Siempre he aprendido de ti, pero quiero cerrarte la puerta. Todo el mundo te teme, y te tiene. Pero no nadie que te quiera. Yo no seré menos.
En cuanto al resto de vosotros, unos adoptáis forma de serpiente ofreciendo manzanas, otros transformáis vuestros colores vistosos en un arco iris grisáceo; algunos aparecéis sin avisar, como una luz de hospital fundida, y otros surcáis el océano doméstico en la noche, lentos como todo lo eterno; unos sois bellos melancólicos, pero inútiles en la práctica; los más peligrosos sois pequeños de tamaño, pero hirientes como alfileres; algunos sabéis más del primer árbol, que del bosque encantado que hay tras él. Todos sois diferentes. Pero igual es mi determinación.
Heridme con ahinco, que más correré yo como un salmón para salvarme de vosotros. Ahora no estoy solo, como antes. Ya no tengo que mojarme la cara con espuma del mar, tarareando un son triste.
Tengo una bruja en la mesilla de noche, a mi lado. Es verde, tiene estrellitas en la falda que cambian de color en la oscuridad. A veces le doy algún golpecillo sin querer cuando me voy a dormir, pero no se cae nunca. Su base de barro es sólida. Es muy pequeña, pero la luz que sale a través de las estrellas de su falda proyectan su reflejo en lo más alto de la esquina contraria de la estancia.