viernes, 30 de diciembre de 2011

Esta luna










Hace semanas que el frío penetró en los paisajes de esta luna. Cansada de girar, exhausta y sin aliento, se encuentra ella, en medio de un universo de hielo. Esta luna anda todavía definiendo la ruta de su órbita, y por ello se esconde del reflejo solar, por miedo a sus reproches de fuego. Esta luna llora a escondidas en los baños de los bares; es redonda, pero con montículos; es luminosa, pero su lado oculto supone su mitad, nada menos; es cascabelera, aunque su sonido esté apagado.



Con la llegada del invierno, dedica la mayoría de sus noches a colgarse del cielo en su parte más alta, se muestra distante y no acepta ofertas. Desea con fuerzas que muera el año, que cambie el ciclo, que lloren otros. Aguanta firme en el borde de su firmamento, mirando hacia el pasado con miedo, y al frente con recelo.



Esta luna está perdida, tiene hambre y tiene frío; esta luna tiene heridas de última hora, que no avisan, que se vuelven a reproducir cuando las creía superadas. A esta luna le cuesta soñar, porque no puede dormir; ella quiere que le canten y la música se ha ido, con las musas a otra parte. No quiere grandes palacios con pequeños balcones desde donde descolgar sus trenzas de oro, porque ya no tiene trenzas de oro.
Se pierde por callejones, se esconde bajo ramajes. Se convierte en luna llena cuando trasnocha hasta tarde; y al volverse como un plátano, se tumba en una nube a ver pasar el día; hay días en que ni viene, porque esta luna tiene estrés. Y cuando eso sucede, se toma su tiempo y se pide días libres. Esta luna vuela entonces hasta el mar de las gaviotas, pero no encuentra ninguna. Busca a la manada que la arrullaba de noche, pero no parece haber nadie. Esta luna oye el silencio y le tapona los oídos.



Lo que mantiene viva a esta luna es reflejar los mejores colores. Se convierte en amarilla cuando piensa en ti; se vuelve roja cuando canta fuerte; y se torna en azul cielo cuando se arrima a unas cuantas estrellas embriagadas.
Esta luna quiere que acabe este año, para poder empezar a recordar los momentos felices; sólo así cree que podrá romper a soñar de nuevo.




FELIZ 2012.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El inventor de sueños






Antes de marcharme, quiero estar listo para lo que vendrá. Dicen que es en las épocas de crisis cuando la creatividad del pueblo se eleva a cotas más altas. Por ello surgen en esos tiempos difíciles, genios y héroes que deciden mirar al futuro a los ojos. Me gustaría mucho descubrir cómo se llega a ser un héroe, ya que lo de ser genio está descartado; no conozco el camino que lleva a serlo, pero supongo que si existiera un inventor de sueños, viviría en una cabaña destartalada en un claro de un bosque. Su máquina fabricaría los deseos más intensos y diversos para todo aquel que aprovechara su servicio. En la parte trasera del complicado aparato, imagino que figurarían unas reglas de funcionamiento:


1.Los sueños no tienen límite. Cada persona del mundo humano podrá pensar, realizar o desechar tantos sueños como lleguen a su mente. En este sentido, no habrá fronteras.
2.No se recomienda apropiarse de sueños ajenos, por muy atractivos y dinámicos que parezcan. El poseedor de un sueño estará obligado a luchar por ese sueño, y no otro.
3.Se prohíbe terminantemente la rendición. No se permite llorar sobre los sueños rotos sin hacer nada. En caso de que eso ocurra, la persona deberá enterrar los pedazos y plantar deseos futuros sobre la tierra nueva.
4.Nadie ni nada tendrá derecho sobre los sueños de otros, no pudiendo interrumpirlos, prohibirlos ni impedir su consecución.
5.Debemos ayudar a los seres queridos a realizar sus sueños. La cantidad de sueños cumplidos por nuestra parte, será proporcional a la cantidad de contribuciones que hagamos para que las personas cercanas cumplan los suyos.
6.Hay un tipo de sueños al que deberemos prestar atención, porque suelen cumplirse pero el afortunado no se da cuenta. Son los llamados “sueños invisibles”, y si es demasiado tarde, el sueño acaba por desvanecerse.


Serían reglas muy complicadas, llenas de obstáculos y trampas que no veríamos. Lo más complicado sería encontrar la cabaña en ese claro de bosque. Un bosque lleno de maleza, hojas muertas y ramas traicioneras. Los caminos se enlazarían en un laberinto interminable que nos haría caminar en círculo, como en las películas de miedo. Si tuviéramos la fortuna de encontrarla, el inventor no podría darnos ninguna pista, y seríamos nosotros los que tendríamos que hacer el trabajo duro, que nos dejaría exhaustos, robando noche tras noche nuestro descanso. La queja, que muchas veces nos bloquearía, sería como el óxido que corrompe a la máquina de los sueños, inutilizándola por momentos; y el inventor esperaría sentado, observándonos por encima de la nariz, como un rígido e inaccesible maestro samurái.
Tras largos períodos de tiempo, si llegáramos a comprender el mecanismo mágico, no sé, imagino yo que, podríamos llegar a sentir algo parecido a lo que siente un héroe.

martes, 15 de noviembre de 2011

La isla de ébano

Foto: Caleta de Famara. Lanzarote



Cuentan unos escritos antiguos que el 1 de Septiembre de 1730, un sacerdote del municipio de Yaiza corría despavorido con el resto de la población, a causa de unas erupciones volcánicas, cuyas consecuencias son visibles en la actualidad en tu zona suroeste. El suelo de más de 50 kilómetros cuadrados se conforma de piedra negra y rojiza; algunas paredes creadas por la lava parecen chocolate derretido y detenido en el tiempo, para siempre.
Los lugares no sólo están compuestos por arena, sol y roca. También incluyen recuerdos. Recorrer de nuevo tu peculiar paisaje eterno ha sido toda una aventura de regresiones permanentes, mezcladas con el presente más absoluto, en una amalgama de colores fríos y cálidos como el cielo de estos siete días, sembrado de nubes por entre las que se enhebraba el sol. Al paso de cada calada, se iban borrando las huellas que antaño me hacían cojear. Al son de cada risa, fueron muriendo las tardes en el mirador del río, donde el mar se divisa como una enorme manta repleta de perfectas arrugas, y el cielo que se acuesta sobre ella, arde enrojecido por la furia.
La bruja dibujada con neón que sobrevuela tu norte dejando escapar una risa desternillante, lleva en su escoba las lágrimas que hace años se vertieron por tus dunas de ceniza, y que hoy se han convertido en restos de limonita. Me duele el cuello cuando yo la supero a ella en altura y nos alejamos de ti. Me duele porque no puedo dejar de mirar atrás. Porque ahora sí, me he reconciliado contigo. Ahora sí me da pena abandonarte.
Lavar el espíritu, rememorar el llanto para que permanezca la risa, encender la oscuridad, volver a un lugar para regresar del revés, con un tesoro en la mente que permanecerá siempre, aletargado como los sueños esparcidos por tus valles sombríos sin pájaros. Significa entonces, que hemos hecho las paces. Que tú no tuviste la culpa de vivir aquello, y al tiempo, fuiste afortunada por verlo. Porque de ese modo, lograste bañar las neuronas en chocolate derretido, detenido en el tiempo. Para siempre.


Si acudes a un lugar sin buscar nada, vuelves con los bolsillos llenos.

martes, 20 de septiembre de 2011

La memoria hecha jirones



Hay noticias que uno nunca quiere recibir. La de anoche, a través del teléfono, me bloqueó el pensamiento, de golpe me levantó del sofá y me trasladó a mi infancia. La memoria, aparte de caprichosa, es cruel y egoísta, porque sólo te permite observar por la mirilla del pasado los recuerdos que ella elige a su antojo. A veces, incluso los distorsiona, para volverte de una vez, loco. Los esfuerzos por visualizar imágenes vacían la sangre, y la rabia por su falta de claridad es abismal. Cuando anoche me dijeron que el “conductor del psiquiátrico” – servía este apodo para situarlo – había fallecido, de repente, recordé los largos viajes en coche a la playa; los campings de algún punto de Andalucía, en donde pasamos algunos veranos, ambas familias, la suya y la mía. La imagen más real y nítida, es la de Nuria agarrándome la mano. Es una fotografía tomada en uno de aquellos campings; y por suerte, gracias a ella la conservo. Me pregunto cuántas veces viajaríamos juntos; cuántas barbacoas, cuántos baños en el mar, cuántos kilómetros reventados en el coche, qué palabras, qué gestos, qué tipo de amistad se iba gestando viaje a viaje. ¿Serían muchas ocasiones? ¿O tal vez una? Maldita memoria, caprichosa, cruel y egoísta.
Con el paso del tiempo, cuesta fijar los momentos en la mente: están dentro, pero muchos desaparecen para siempre. Sólo los que perduran, te dan una pista de lo importante que fue una época. Me gusta saber que “Collado” – también le llamaban por su apellido -, es un recuerdo perdurable, que se mantendrá siempre. Que su hija, todavía hoy, es mi amiga y me recuerda. A pesar de que hacía años que no veía a su padre, se me quedó grabada su sonrisa etrusca de dientes blancos. Me siento extrañamente orgulloso de haberle conocido; me gusta pensar que tengo algo de su simpatía, de su alegría, allá en el pasado, en los campings.


De pequeños, aprendemos no sólo de nuestra familia, sino también de los amigos cercanos. Por eso me gusta pensar que, en una pequeña parte de mi educación durante mi infancia, tuvo mucho que ver “Collado”, “el conductor del psiquiátrico”, el de la sonrisa eterna.


Hasta siempre Paco. Da recuerdos de su hijo al jefe, allá arriba.

viernes, 9 de septiembre de 2011

"Hacer región"

Apura ya sus últimas horas el día de Extremadura, que de paso, va echando el cierre a un verano de los más largos que recuerdo. En mi opinión, una de las escenas más valiosas de la historia del cine, es aquella en la que Billy Hayes se dirige a un tribunal turco, en un último alegato para defenderse de la pena de treinta años que están a punto de imponerle, por un hecho que, ni mucho menos, merece esa condena: “La grandeza de una sociedad se mide por su capacidad para tener piedad, por su sentido de la justicia”. Si aplico la frase a nuestro entorno más próximo, puedo comprobar lo mucho que nos cuesta perdonar las cosas más banales. No lo digo como una crítica, porque todos bebemos en el mismo río, pero me llama la atención que el castigo es, en muchas ocasiones, inversamente proporcional al hecho cometido. Y empiezo a sentir que nos equivocamos.
Si abandonamos deliberadamente a alguien, seremos abandonados pronto; si obligamos a nuestros amigos a elegir entre opciones, acabaremos por no ser elegidos nosotros mismos; si esperamos de los demás lo mismo que nosotros damos, podemos empezar a cortarnos las venas; si no somos capaces de perdonar y mirar adelante, muy mal vamos. A todos los niveles, en todas las causas.
Mirar adelante, proponerte el futuro y conseguirlo con los que te acompañan, los que te quieren elegir, y de los que tú te quieres rodear. Ese es el secreto más fácil de entender, y a la vez, el más siniestro y difícil de llevar a cabo.

martes, 16 de agosto de 2011

Dejar huella



Una vez conocí a una huella. Caminaba por la playa más hermosa del mundo, cuando una chica preciosa que iba delante de mí, dejó una huella diferente al resto de huellas. Nada más levantar su pie, la huella despedía un brillo de muchos colores, que titilaban como estrellas en el suelo. De un color marrón claro, la huella estaba llena de espejitos en miniatura, que reflejaban paisajes de otro planeta y contaban historias mágicas, llenas de barcos, viento y agua. Me quedé sentado frente a la huella, rodeado por acantilados blancos, grisáceos y negros, que desafiaban con sus paredes a la inmensidad de sal que tenían delante. Me tumbé a su lado, y le conté cuentos de todos los colores, para que no se aburriera. Cuando el viento soplaba fuerte, le quitaba de encima los pequeños granos de arena que le molestaban, para que no se deshiciera y quedara enterrada.
Había mucha gente alrededor, y a la huella le daba vergüenza. Se sentía desnuda. Le dije que no se preocupara, que toda esa gente iba por su cuenta, y que no la miraban a ella. Se dedicaban a fabricar muchas huellas, todas diferentes y cada una con una historia que contar. Por lo tanto, la gente no tenía tiempo para fijarse en ella. ¡Bastante tenía ya con su propia leyenda!

-¿Estás escribiendo para mí? Pero si solo soy una huella.
-Siempre escribo cuando veo algo especial. Lo envuelvo en un revuelo de letras, y cuando estoy solo, las coloco a cada una en su sitio.

Por la tarde, el cielo pareció enfadarse de pronto, cuando anuncié mi marcha a la huella. El aire tenso y lleno de humo de nube me hizo recoger más aprisa, y la huella se quedó triste.
Antes de abandonarla, le dije que nunca olvidara que había nacido en la playa más hermosa del mundo, y se durmió plácidamente. Después, se puso a soñar con otras huellas, que iban en muchas direcciones. Ella sintió envidia de sus compañeras, y quiso seguir su camino. Antes de abandonarme, quiso despedirse de mí.
-Si algún día vuelves, búscame en esta playa, y no en otra. Aunque viaje mucho, siempre tendré tiempo para volver con quien me hizo.
-Pero yo no te he fabricado. Ha sido una chica, ¡Era preciosa!
-Ella me ha fabricado. Pero tú, al escribir sobre mí, has conseguido que viva para siempre.




jueves, 11 de agosto de 2011

Amistad






Hace algún tiempo, los dos bajabais por la cuesta soportando el calor insoportable de aquel agosto. Haciendo planes, para variar, veíais el futuro por la mirilla de los sueños compartidos, por la cual vuestras ansiosas miradas luchaban por obtener un hueco, asfixiadas por la curiosidad.
Luego, paso el tiempo, y vuestro enlace dormía tras la verja de una mansión abandonada, por cuyo patio exterior fuisteis pisando hojas muertas de otoño. Todo tenía un inquietante aspecto a olvido. Las paredes estaban desconchadas y la pintura arrugada por el paso de los años, luchaba por mantener su color, a pesar del viento. Los cristales rotos de las ventanas y el timbre sin electricidad, os hizo ver que allí ya no vivía nadie. Aquella casa, en otra época conjunta, es hoy un cementerio de ruinas, que observáis tras esa verja oxidada.
Os dijisteis muchas cosas, algunas repletas de una incómoda verdad, otras vacías de contenido para rellenar los espacios de silencios impertinentes, que venían a oscurecer vuestra trabajada luminosidad. Y todo se hacía más difícil, lento y pesado, como un reloj de arena.
La distancia os hacía más pequeños. Tanto uno como otro iba construyéndose de nuevo, sobre cimientos recién estrenados, apoyados por gente nueva o de siempre, y con los recuerdos revoloteando como mosquitos molestos de verano. Cuando os mirasteis un buen día a un espejo, ni siquiera podíais reconocer la imagen que se proyectaba, y a pesar de recordar perfectamente que alguien bajaba la cuesta, acalorado como vosotros, jamás pudisteis reproducir su rostro. Luego, por las noches, la angustiosa amnesia iba adormeciendo vuestros músculos, y reactivando la sangre de manera desbocada.
Dentro de muy poco, os volveréis a ver. Vuestra intuición será protagonista en los primeros instantes, resultando clave para un buen comienzo. Os preguntareis por qué dejasteis de abrazaros, por qué ya no compartís música, por qué ya no os contais confidencias, dónde yacen las promesas, en qué lugar se encuentra la confianza que antaño depositasteis mutuamente en el otro, en qué puerto abandonasteis un beso...


Si tenéis la suerte de sentir en la piel lo efímero de la vida, nunca más dejareis que la casa se llene de paredes desconchadas.

martes, 26 de julio de 2011

Blanco sobre blanco



Al cruzar el umbral, solté tu mano para caminar solo la cuesta abajo. Me metí las manos en los bolsillos y comencé a observar las inmensas fotografías que la recorrían en su parte izquierda, hasta las dos personas que esperaban al final, para cortar las blancas entradas de este año. A la derecha, te conté que esa terraza fue testigo de muchas risas mojadas, mientras observaba la nueva decoración, con unos asientos y mesas relucientemente blancos, y unas lámparas igualmente blancas. Me sorprendió encontrar a otras dos personas un poco más abajo, regalándonos un programa que hasta ese momento, todavía no había visto. El fondo del diseño era blanco puro. Y el uniforme, tanto de estas dos personas como de las anteriores, también. Ya incluso antes de entrar, me fijé en las chapas de Rubén y Javi, cuyo fondo era blanco impoluto. Era como si alguien se hubiera encargado de hacer una limpieza total, de todo. Como si un pintor se hubiera dedicado a ocultar una pared desconchada, sucia y encantadoramente añeja.
El calor que las piedras guardaban de todo el día, me hizo pensar en mi paso fugaz por allí. La tensión que me acompañó hasta llegar a mi asiento, desapareció cuando recorrí con la mirada la escena completa, desde el mismo centro. Permanece tan grandiosa como siempre, superándonos a todos, pero solo la pude observar desde el lugar más alto, allá en la oscuridad, desde donde todo está demasiado lejos, desde donde todo es tan ajeno. Me hice invisible contigo y tu silencio cómplice, sin darme cuenta, para sentirme sin proponérmelo, más tranquilo.
Los diez minutos antes del comienzo del espectáculo, me sirvieron para hacer un sencillo juego de espejos, en el que solo tuve que mirar al frente para observarme en varias escenas de otra vida, lejana, allá abajo, a donde sólo llega el calor de los focos. De pronto, la luz de sala se fue, y decidí acompañar a las Heroidas en su viaje. Me asaltó una emoción inesperada al escuchar varias veces la frase “dicen de mí”, quizá porque esas tres palabras han sido mi debilidad más determinante en toda mi vida.
Y terminé tan enredado en mis recuerdos, como las actrices acróbatas en sus gasas.

jueves, 9 de junio de 2011

Golpe de efecto



Rehacer los planes, es a veces, una tarea tan aburrida como complicada. Sin embargo, contiene este hecho una luz interior, que el ojo humano no aprecia. Esa luz es la manifestación invisible de una fuerza bruta, que te empuja del sofá en un momento determinado, y que además, nunca sabes por dónde va a venir. Y en ese sofá, dejas enterrados en los huecos que hay entre los cojines un montón de pensamientos vanos, un capuchón de bolígrafo, un mechero, una moneda e incluso, algún que otro resto de autocompasión.

Por otro lado y aunque esta luz me empuja cada día más hacia varias metas a la vez, la espalda ha dejado su hueco en el umbral del dolor para el cuello, que ahora es el que manda en mis movimientos. Tengo la sensación de que es el mismo dolor, pero que ha emigrado hacia el norte, asustado por el efecto de la acupuntura. Creo que me avisa para que frene un poco el ritmo, que ordene objetivos, que priorice metas.

Desacelerar en época de incertidumbre nunca se me ha dado bien. Al contrario. Y ahora que me veo obligado, mantengo una lucha constante con ese sofá maldito, abrazando la pereza como una excusa, el sueño como un recurso, y echando de menos a la imaginación, que está de vacaciones. Por eso, hay una niña mágica que está a la cola de los personajes a los que les debo el final de una historia, y pasan a mi cuarto cada noche una ristra de fantasmas de todo tipo, antiguos y nuevos, a los que hace tiempo que dejé de invitar a cenar.

domingo, 5 de junio de 2011

Un dia para la emoción

Se dice siempre que “la vida corre muy deprisa”, que “parece que fue ayer”, que si “para dos días que nos quedan”, que esto… que lo otro. Llevo meses teniendo la sensación de que voy a tener que empezar a creerme estos tópicos, pese a mi resistencia eterna a hacerlo. Será porque los momentos importantes cada vez son mayores; porque cada vez pasa menos tiempo entre un acontecimiento importante y otro. Las fiestas, los compromisos, las obligaciones, los papeles, las auditorias, los ensayos, los conciertos, las clases, el trabajo, el montaje de fin de año, presentaciones de proyectos ya ensoñados, un lejano examen, un taller importante, un curso vital, una oportunidad única, una tarde horrible, un estreno en el cine aún más horrible, etc… Podría seguir así durante horas, y aún así, insisto, “parece que fue ayer” cuando empezó todo.

Esta noche vamos a echar el freno. Tenemos el marco ideal para hacerlo. Si en lo que llevamos de año, hay un momento clave para parar, ese es el del día de hoy. Sólo si te paras a descansar un rato puedes visionar los recuerdos compartidos, ordenarlos y disfrutarlos, para poder después, continuar construyendo el futuro. No solo es bueno, sino además, como dice un amigo, “altamente recomendable”.

Es entonces cuando comienza la película: Se inicia como no, con una fiesta, para después mezclarse con otra. Una risa rompe a volar, y un montón de risas actúan de eco; momentos de duro trabajo, se mezclan en una receta perfecta con reuniones nocturnas; amores que se suceden, se entremezclan, y a veces, retroceden, aunque solo para coger carrerilla; batallas nacidas de la misma sangre del corazón, que toda vez que se paró, volvió al poco a bombear, pero más fuerte; sueños compartidos que se han quedado aparcados, y quizá, nunca olvidados; música que ha reventado almas, golpes rítmicos de pura alegría, euforia apasionada a menudo, y locura irremediable, siempre.

El hilo argumental se entrelaza con viajes. A todas partes, con muchas compañías, sin más pesar en la cabeza que el regreso, pero con la maleta siempre fuera del armario, para poder “volver a volver”. Salpican la pantalla imágenes nítidas de amistades eternas, condenadas a entenderse. Tesoros conseguidos en alta mar, y traídos a puerto en barcas de cartón.

Desde luego, si hay un momento esperado para la emoción, ese es el del día de hoy. El motivo más importante, es que hoy, todos podremos abrazarnos por lo menos una vez, muchos nos besaremos por los menos diez veces, cada uno de nosotros se mirará a los ojos, en un maravilloso baile de espejos, en el que cada uno se reconocerá, se “hará con el pelo así”, y seguirá bailando. Siempre.

Y a partir de ahí, proseguiremos un camino por la vida, riéndonos con todas nuestras fuerzas, en vuestra compañía.

PARA MARÍA E INMA. Para siempre.

martes, 3 de mayo de 2011

La princesa mágica Parte I

Erase una vez una niña muy bonita y muy mágica. Todo el mundo sonreía a su paso, porque ella tenía una sonrisa permanente en sus labios. La gente la apreciaba tanto que todos se dedicaban a cuidarla, protegiéndola de cualquier peligro que pudiera amenazarla. Y es que, para todos sus vecinos, era de vital importancia mantener intacto a semejante tesoro.

Vivía en un lugar con playa, donde la espuma del mar bañaba la arena blanca y las gaviotas soñaban todos los días con volar más alto de lo que su especie ordenaba.

El secreto de tanto cariño dirigido a la chica, era el poder que tenía para ayudar a todo el que se cruzaba en su camino, y sufría algún contratiempo. Desde los problemas más cotidianos, hasta las situaciones más peliagudas, ella se las arreglaba siempre para estar ahí, al lado de quien lo necesitara.

Un fatídico día, el pueblo costero donde vivía la niña, sufrió un ataque por parte de unos piratas que se refugiaban en una isla cercana. Bañados en dinero recaudado en sus innumerables asaltos durante años, decidieron que querían más, y en el ataque al pueblo secuestraron al príncipe, que contaba tan solo con meses de vida. El bebé era el único heredero de la gran fortuna de los reyes, recientemente fallecidos por la peste. El tenebroso grupo de piratas quería esa fortuna, y comunicó a las autoridades que lo devolverían con vida, a cambio del importe de tamaña herencia.

Pasaron meses del triste suceso, y el pueblo, sumido en una profunda pena, se lamentaba continuamente por la tragedia. Todos perdieron la esperanza de recuperar algún día a su bebé más carismático. Todos, menos la niña mágica. Ella nunca perdía la esperanza, ella siempre creía que se podía hacer feliz a la gente, y en lugar de ver la situación como un problema, pensó que si lo convertía en un reto, sería más fácil enfrentarse a él.

Por eso, se alió con tres marineros para que le construyeran una barca, con la que poder llegar hasta la guarida de los piratas, en la isla vecina. Tras concluir el trabajo, la niña sonrió a los marineros, que no pudieron resistirse a acompañarla en tan arduo viaje.

viernes, 29 de abril de 2011

La batalla cotidiana

Es curioso esto del tiempo. Me refiero al meteorológico. Hace unas semanas el sol hizo resplandecer la primavera, como si ésta quisiera responder al papel protagonista que un festival pequeñito, que se celebra en un pueblo grande, le otorga todos los años justo a la entrada de esa semana que llaman “santa”. Justo cuando este festival se fue, el plomizo del cielo hizo su entrada derrotista, y nos acompañó hacia el este. Quisimos evitarlo llegando hasta el mar, recorriendo el país de oeste a este. Pero al tocar costa, su corte de nubes negras nos esperaba para saludarnos. Y para quedarse.

Pocos días después, tras volver a la rutina, de nuevo el sol hizo acto de presencia. Con sus rayos tan desplegados, comenzó a abrasar todo lo que encontró a su paso, y el calor volvió a colocarnos las camisetas de manga corta.

Esta tarde, al volver de la piscina, la nueva cortina de nube negra volvía a asomarse a las puertas de la ciudad, avisando ya de su reserva para dos días por estas tierras. Avisando de que siguen aquí, aunque el sol se empeñe en desterrarlas. Se ve que les gustan los fines de semana.

A pesar de su gran acoso, lo que las nubes no saben, es que hoy me he levantado dando un salto mortal. Me he puesto en guardia para enfrentarme a ellas, y no veo el día en que me coloque en medio de un gran prado verde, inmenso, repleto de hierba, y sin nadie en mil kilómetros a la redonda. Ardo como el sol por levantar la cara con la boca abierta, superado por cielo abierto sobre mi cabeza, con la tormenta arrojando lluvia recia y yo estirando los brazos de manera horizontal. Hará viento, pero mis pies no dejarán que me caiga. Esta vez no.

En la tempestad, tendré que ser el rayo. En el desierto, seré la arena. Navegando en alta mar, me convertiré en espuma.

Tras la fiera acometida, en la sombra de un árbol, seré la brisa que lo acaricie.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Sinergias

En la noche de ayer me di cuenta de un aspecto que no me dejaba pensar con claridad estos días atrás. Hoy he comprendido, por fin, que me “muevo al son de las energías externas”. Partiendo de la base de que todo ser humano posee una energía interior, cuya fluidez depende de los estímulos externos, puedo determinar en este instante, que en las etapas de mucha intensidad a corto plazo, esa fluidez sufre una inestabilidad dramática para el corazón de uno mismo.

Precisamente en estos días, mis nervios y yo atravesamos una etapa intensa. De la mano vamos al límite y con la hora pisándonos los talones, caminando hacia varios objetivos situados en espacios diferentes del tiempo.
Me pregunto cómo hasta hoy, no me he dado cuenta de que tengo que vigilar las energías externas. He tardado demasiado, pero creo que es porque, a veces vamos tan rápido, que no sabemos en qué zapato tenemos la china.
En pocos intervalos de tiempo, he tenido la oportunidad de encontrarme con personas, o grupos de personas, que han determinado mi estado de ánimo a favor o en contra del mismo viento: una de ellas, era como la medusa mitológica, con sus cabellos de serpiente emergiendo de su nuca, hasta mi frente, buscando la destrucción; otra de ellas, sin embargo, normalmente es capaz de convertir todo árbol que toca en romero; en las mañanas, convivo con un grupo que se ha tornado gris: sus palabras son agradables al oído, pero suenan vacías como el hielo al caer en cristal; y al caer la noche, una jauría de lobos no para de aullar alrededor, unas veces con la frialdad de una roca, otras con energía descontrolada.
Algunas personas cercanas (también puede ocurrir) sufren bajadas de energía puntuales que me encuentro por sorpresa, y que nunca espero que se produzcan. Pero al llegar, no te sorprenden.
Todos estos lugares, donde hay tanta gente tan diferente, son gobernados junto con mi casa interior, por la reina de la paciencia, la diosa en la sombra, siempre atenta, siempre observando… siempre salvándome.

Creo que la combinación positiva de todas las energías que se cruzan en mis horas estos días, es la clave para mantener encendida la energía interior.
Dependo de ellas, bebo de ellas. Sólo tengo que atender mejor a la hora de elegir entre el vino de gourmet… y la mierda.

miércoles, 19 de enero de 2011

Ser feliz es fácil, si sabes cómo

Hay muchas maneras de vivir un día señalado, sea cual sea. En el caso del día en que cumples 32, los días previos son dignos de mención. Hay que planificar muy bien qué pasos vas a dar, y lo más importante, decidir si los vas a dar. Debes visualizar bien el conjunto, sin preocuparte mucho por la belleza de las partes. Esas, están garantizadas en toda celebración.
En primer lugar, no hay que desear con una necesidad imperiosa que venga todo el que conozcas; simplemente, tienes que recibir con una sonrisa a todos los que han venido.
En segundo término, está la elección del lugar. Ese puede ser cualquiera en el que tú mismo sientas estar en casa – puede ocurrir que tengas dos casas, eso también vale -.

Después, debes observarte a ti mismo: las cuerdas vocales tienen que estar afinadas y en su punto; los dedos, llenos de durezas en la parte de las yemas, cuidando de que no se ablanden por nada; el estómago, bien lleno con un arroz con pollo, tortilla de tres clases y paleta de jamón; y todo ello regado con buenas dosis de limón, sal y ranchera.

Por último, quedaría por añadir el ingrediente más maravilloso de todos; ese que marca la diferencia entre un buen plato, y el mejor plato; con él, los ojos se miran con fuego, las bocas expulsan el alma a gritos, los brazos se abrazan al compás; y su sola presencia se vive en todo el local: la emoción que nace en la música. Esto es fundamental...
Para finalizar, si la dulce condena de la resaca posterior te lo permite, el sabor de la mejor noche permanece en el paladar durante días.