sábado, 26 de septiembre de 2009

Sociedad enferma




"Sociedad, pareces loca, espero que no te sientas sola sin mí".Eddie Vedder. BSO Into the wilds (Hacia rutas salvajes). Director Sean Penn

En la actualidad, vivimos en un mundo muy extraño. La violencia está tan presente en nuestras vidas, que descansa en cada uno de nosotros, aceptada como algo inevitable. Unos la hacen aflorar, otros no. Pero permanece. Cada día se pasean por nuestras casas imágenes terribles de guerras, niños con miembros amputados, vidas destrozadas por cualquier desgracia, a cual más cruel. Los informativos eligen las más impactantes, porque es “lo que vende”. Y “lo que vende” es lo que nosotros elegimos ver, mientras nos preocupamos por cortar más pan, o echar más ketchup a estas patatas, que, además, ¿hoy no tienen mucha sal?

Acudimos impasibles a esta retahíla de barbaridades, deseando que terminen para poder ver los deportes antes de nuestra merecida siesta. Por eso no me sorprende ver ahora el estado en se encuentra Sorty, esta perra que una amiga se ha encontrado agonizando en la calle. No me detendré en describirla de manera poética para inducir algún sentimiento de compasión. El responsable de su situación no se merece ni un minuto de gloria, ni una línea de escritura que contemple su ‘gran obra’. Conozco a varias personas que ya se compadecen, nada más verla, y valoran enormemente la vida humana y la animal, a partes exactamente iguales.
El hombre no se siente parte de la naturaleza, de ahí su destrucción sistemática a costa del progreso y el avance hacia un futuro ‘mejor’, a base de explotar los recursos naturales como si no se fueran a acabar nunca, para que tengamos buenas autopistas, aparatos tecnológicos de última generación, y toda clase de comodidades… ¡no nos vayamos a morir sin móvil! Todo esto parece inevitable, y genera un debate que sería interesante, si no fuera porque cada opinión que escucho acerca del tema, tiene un interés económico o político. Dadas las circunstancias, ¿a quién le sorprende el estado en que se encuentra Sorty?
Puestos a rendirnos a tal evidencia, centrémonos en lo que está en nuestras manos, en lo que podemos cambiar. Y el trato a los animales no sólo se puede cambiar, sino que, además, ‘es justo y necesario’ (como dicen los buenos creyentes que se apiadan de todo) que lo cambiemos. Es vital que las autoridades se impliquen con hechos, y no con palabrerías absurdas. Es vital que las asociaciones protectoras se ayuden y potencien unas a otras para crear un ente más fuerte, más impactante y más preparado para luchar contra los descerebrados que maltratan a los animales. Es vital que los ciudadanos de a pie denuncien sin parar y de manera determinante cada actuación de estos inútiles mentales. Y es vital que casos como el de Sorty nos sorprendan y nos escandalicen.
Sé que lo que para unos es vital, para otros pasará desapercibido como un caso más de maltrato. El entorno en el que nos desenvolvemos es un monstruo demasiado grande como para luchar contra él, con las únicas armas de la palabra y la denuncia. Pero no hace falta convertirnos ahora al absoluto animalismo para comprender que el
maltrato a un ser vivo es un acto de cobardía y miseria.

Yo no soy animalista. Nunca he tenido una mascota. De pequeño, un canario encerrado en una jaula, y poco más. Y cuando una mañana en la terraza, jugando con un balón, le di a la jaula del pajarito y ésta cayó al suelo, mi madre decidió que hasta ahí podíamos llegar. Y mi madre tampoco es animalista. Pero por suerte, me ha enseñado que hay que valorar la vida; su trabajo como madre, entre otras muchas cosas, ha estado siempre en mantener en nuestra frente dos dedos como mínimo, para que pueda caber el sentido común en ellos, y no cometer actos que hagan sufrir a lo que sea que tengamos al lado. A lo mejor todo esto es un problema de educación. Si nos educan para maltratar, seguramente maltrataremos; si lo hacen para respetar, respetaremos. Pero por desgracia, no todos los seres humanos medimos nuestra escala de valores con el mismo rasero.
España es, además, un país con una dilatada tradición en el maltrato a los animales. Es inmensamente triste, pero es así. Sorty es solamente un caso más en esta instalada tradición. Hay fiestas tan arraigadas en el tiempo y en el interior de los habitantes de los pueblos, que no conciben una celebración local sin tirar a una cabra por un campanario, sin masacrar a un toro tirándole dardos, hasta que al final le dan un tiro de gracia, sin ponerle a un toro dos antorchas en los cuernos, etc. Y lo más vergonzoso es que el sufrimiento del animal es directamente proporcional al nivel de diversión del alegre parroquiano de turno, que no tiene nada mejor que hacer que ver morir a animales que considera inferiores, sólo para regodearse de ello y decirse a sí mismo: “yo soy humano, valgo más la pena”.

¿Saben? Voy a parar en este mismo momento de escribir, porque creo que las líneas de arriba se van pareciendo mucho a un informativo de las 15h de la tarde, y mucho me temo que a estas alturas se habrán perdido entre las letras para hacer algo, seguro mucho más interesante.


Txesku

miércoles, 23 de septiembre de 2009

La soledad cualquiera

Anoche saliste por un momento, y te fuiste al son de un duelo.
Parecías más alargada y amarillenta que otras veces, pero ahí estabas de nuevo, con tu "D" creciente, engañándome una vez más.
Pero esta vez no. Ya te conozco, y cuando vi que ya no estabas, pensé que este es mi momento.
Ser consciente de que tomar una decisión sin imprimirle una trascendencia, puede ser el secreto para cambiarte la vida; y ahora reconozco que la trascendencia de los hechos la dibujamos nosotros. Escuché ayer que "debemos tener cuidado con las cosas que hacemos en la vida, porque en el instante antes de la muerte, ves todo lo que has hecho".
Ahora no se trata de tener cuidado, sino de hacer cosas que luego te dejan dormir.
Anoche, además, paseé de la mano de Koraline por sus mundos de ojos de botón, soñé a medias con Berlín, a medias contigo, volví a cantar con el niño que conoce todas las canciones de la tierra, y entre ensoñaciones, Adela se coló para reclamarme su historia.

Volví a pensar que ahora, no tengo que irme a ningún sitio para echar de menos, porque ya echo de menos a quien lo merece.
Como dice Fito, "viene el viento de otro lado".
Y yo tengo el timón...