miércoles, 16 de junio de 2010

Debate con fantasmas o La hora de los valientes

Recupero esta entrada para ti:


A mi hermana, para que busque su bruja verde.


Buenas noches.
Bienvenidos a mi casa. Esta noche os he convocado aquí porque no creo en vosotros, no quiero asumir vuestra existencia. Espero que la cena os agrade, porque va a ser la última. Me gustaría, si me permitís, explicarme.
Tú, con ese color negro como de roca interestelar, me recuerdas a locura, me sabes a ausencia, y me dueles con pasión. Te tenía enterrado, te tengo olvidado. No hace falta que vuelvas por aquí, ya no necesito nada de ti. Me regalaste cosas bellas que conservo para crecer, pero a cambio de un viaje penetrando en las entrañas del daño puro, aferrado. Puedes parar. Puedes marchar.
Contigo, sin embargo tengo que convivir el resto de mi vida, estoy resignado a entenderme con tu presencia aunque lucho cada minuto que pasa intentado evitarla. En la oficina, en una ciudad u otra, en la cena, o en la cama. Siempre estás, aunque no en todas las ocasiones entiendo por qué. Por eso nunca me dejas indiferente. Siempre he aprendido de ti, pero quiero cerrarte la puerta. Todo el mundo te teme, y te tiene. Pero no nadie que te quiera. Yo no seré menos.
En cuanto al resto de vosotros, unos adoptáis forma de serpiente ofreciendo manzanas, otros transformáis vuestros colores vistosos en un arco iris grisáceo; algunos aparecéis sin avisar, como una luz de hospital fundida, y otros surcáis el océano doméstico en la noche, lentos como todo lo eterno; unos sois bellos melancólicos, pero inútiles en la práctica; los más peligrosos sois pequeños de tamaño, pero hirientes como alfileres; algunos sabéis más del primer árbol, que del bosque encantado que hay tras él. Todos sois diferentes. Pero igual es mi determinación.

Heridme con ahinco, que más correré yo como un salmón para salvarme de vosotros. Ahora no estoy solo, como antes. Ya no tengo que mojarme la cara con espuma del mar, tarareando un son triste.
Tengo una bruja en la mesilla de noche, a mi lado. Es verde, tiene estrellitas en la falda que cambian de color en la oscuridad. A veces le doy algún golpecillo sin querer cuando me voy a dormir, pero no se cae nunca. Su base de barro es sólida. Es muy pequeña, pero la luz que sale a través de las estrellas de su falda proyectan su reflejo en lo más alto de la esquina contraria de la estancia.

martes, 8 de junio de 2010

La otra Ítaca

Él eligió aquel número de rosas blancas porque era la cantidad de años que ella llevaba en su vida, llenos de ausencias y reencuentros. Después, y una vez que murió un verano en el que intentaba buscarla en otras lunas, resultó que fue ella la que le encontró a él, llegando con su vestido negro imponente, llena de una aplastante lógica, con la seriedad del bello ultimátum, como la última llamada del revisor en el andén. La luz de su presencia había cambiado en lo que dura un tercio, y la magia de sus palabras no era, esta vez, adornada, ni llena de temores o encadenada por sus complejos.
La nueva bruja compuso una mezcla de las más extrañas que habitaban en la tierra. De hecho, eran muy pocos los humanos que estaban hechizados por este mejunje. Sus ingredientes eran sinceros y poseían la fuerza de diez almas. Envuelta en su piel morena, su palabra era verdadera, su mirada firme y directa, y sus manos acariciaban las manos de él, para tranquilizar su sangre y asegurarle que seguía aquí, que ella había amanecido en la playa como él, recorridos ambos por la espuma de las olas, tras una larga travesía por el océano de los tiempos. Los dos se habían salvado de las tormentas infinitas que asolaron su viaje, en el que recorrieron durante todos aquellos años islas llenas de primavera, contemplando desde proa y desde popa valles eternos, a cuyos pies descansaban las costas de países milenarios, que cambiaban de nombre al paso de las edades de la tierra. Cuando llegaron a la playa de aquel bar, miraron hacia atrás, y pudieron divisar a lo lejos, casi en la raya del horizonte del mar, como los pedazos de madera del barco se hundían poco a poco, mecidos suavemente por el viento que navegaba calmado por las aguas cristalinas. Y al instante se miraron, y todo era tan perfecto que hasta las gaviotas dejaron de surcar el cielo, y las nubes grises se despidieron de sus ojos, dando paso al gigantesco sol que reaparecía para recuperar su trono y tomar las riendas de su reino.

Tras un enorme pliegue temporal digno del triángulo de las Bermudas, ambos se reconocieron por última vez en el patio interior de una galería, con el sonido sordo de música y voces al otro lado de la puerta, con desconocidos que pasaban por su lado y celebraban con ellos su llegada a tierra. Juntos decidieron construir refugios por todos los rincones de aquella playa para guarecerse de la lluvia, conscientes de haber salvado la vida. Antes de empezar, no se prometieron nada para siempre, y sólo una cosa acordaron como un pacto de sangre entre adolescentes: buscar la felicidad por encima de las olas...
…Después llegaron otros cuentos, y habrán de llegar otras certezas…

miércoles, 2 de junio de 2010

Mundo chungo


Con toda la tarde por delante me pongo a pensar en este mundo. Y mi conclusión no es muy original: está completamente loco. No se si la razón es esta apatía que me acecha en estos días en los que el calor ha reventado todas las puertas, y se ha instalado en el sofá hasta aplastarme. Ultimamente escucho muchas opiniones, muchas conclusiones cerradas que no dan cabida a discusión alguna. Verdades rotundas llenas de rabia, como si fueran únicas e individisibles. Con esa apatía, he observado atentamente varias pinceladas de este cuadro digno de lo más grotesco.
El derroche de demostración de fuerza de las Fuerzas Armadas, poniendo a Badajoz en estado de sitio con un despliegue que dicen "ha sido más austero que otras veces", y todos los mortales orgullosos, haciendo país con los bolsillos vacíos; o el cerrojazo policial a Mérida y sus ministros de agricultura, con los verdaderos "ministros de la tierra" detrás de una pancarta; los nervios de los funcionarios y pensionistas, que observan impotentes cómo sus ideas están obligadas a morir, cómo sus verdades pretéritas se convierten en mentiras desnudas ante un espejo, que devuelve una imagen teñida de óleos grises, con esperanzas de cambios hacía lo mismo; o los opositores inundados en sus dudas, ante un sueño inalcanzable y deslunado, que condiciona cada impulso que dan hasta provocar un efecto embudo, teledirigido solamente hacia su montaña de apuntes.

Observo todo el cuadro. De arriba abajo. Y me siento acurrucado en una cueva, salvado de la tormenta. Tengo pocas cosas, y acaso he perdido un poco de magia. Serán las fuerzas ausentes, esta apatía que me acecha. Una guitarra esperándome, un semi sótano lleno de metas en pleno centro, y con "lo que la pena vale" como único pensamiento fuerza, luchando contra el verano, que ha llegado a la puerta de casa con la rapidez que la mano de un mago tiene para sacar el conejo de la chistera. Todo será mirar dentro, porque a lo mejor puedo sacar otro cuadro diferente.
No se si el mundo está loco, no quiero abrazar una convicción que no me convence. Pero lo que es seguro es que podemos pintar un mismo cuadro de maneras antagónicas, según nuestra propia visión. La verdad nunca es única ni indivisible.
Goya tuvo dos visiones de La Romería de San Isidro. Me quedo con la primera, me sueño con la primera.