miércoles, 6 de noviembre de 2013

Una tarde con Raúl

Cuando supero la puerta del salón tu padre da vueltas de un lado a otro y al girarte me dejas desarmado con tus dientes recién estrenados. La ropa doblada, tendida, guardada; la cocina fregada, recogida, limpia; juguetes fuera, juguetes dentro, el baño preparado y listo para ti. Tu padre me deja a tu cuidado mientras saca a Poker a dar un paseo corto. Ahora que estamos tú y yo, déjame decirte que le admiro. A él, que es mi hermano, que en dos años ha vivido más de una vida, con todos los éxitos y fracasos que existen en un latido, como el nacer y el morir de un río de gran caudal, en constante crecimiento y sufrimiento, en armonía perfecta con una tormenta eléctrica. Mientras Poker levanta la pata trasera en un árbol ahí abajo, intento que construyas conmigo una casa de piezas de madera. Me miras con tus párpados nuevos y lanzas cada una más lejos de la otra. Sales gateando de la sala de juegos y te persigo a tu altura, te asusto, te ríes, muero un poco.
¿Sabes que tu padre es tan grande como parece? Cuando agarras su pierna para que te coja en brazos, es tal su altura que se te tuerce el cuello para mirarlo a los ojos. Es tan inmenso como lo ves desde tus ojos de casi un año de vida. Muchas veces también a mí se me tuerce el cuello.

Te persigo, te asusto, te ríes, muero un poco.

Cuando regresa, tu padre nos encuentra riendo mientras te hago cosquillas. Da vueltas por la casa, se dispone a bañarte y yo tengo que irme justo ahora. Tengo pocas oportunidades como la de esta tarde contigo y cuando ocurren, se remueve algo dentro, algo que pocas veces surge con tanta fuerza. La ropa doblada, tendida, guardada; la cocina fregada, recogida, limpia; juguetes fuera, juguetes dentro, el baño preparado…me despido, me miras, te beso, chapoteas.
Mañana, y todas las mañanas pensaré en ti. Me espera José con su mirada antigua y perdida. Me espera para enseñarme sin saberlo a disfrutar cada segundo, a atesorar cada tarde a partir de ahora contigo, a querer más a los que no están cerca. Con sus ojos atentos a la nada me dice todos los días que los recuerdos que protegemos pueden ahogarse en una laguna eterna con apellido alemán.

viernes, 12 de abril de 2013

Traces de temps

A Rosa



-¿Has leído este libro? ¿Conoces a la mujer de la portada?
-No.
-Pues este es el primer paso.
Desde que mi trabajo me obligó a descubrir la biografía de Margarita Xirgu, la actriz catalana decisiva para el nacimiento del Festival de Mérida me ha regalado muchas cosas. Tras conocer su historia todo lo que hice giró en torno a su figura, tornando el rumbo de súbito y de paso salvándome día a día de fantasmas con forma de caja negra, amenazantes, dispuestos a devorar mis recuerdos sangrantes entre sus fauces.
Después de un tiempo entre focos, barras de bar de jardín, cajas de agua, trastos y ruinas milenarias, llegó una etapa de soledad de despacho. Ante una pantalla de ordenador y su escáner, debíamos digitalizar los 75 años del evento, reflejados en fotografías, programas de mano, carteles, datos, autores, directores… En la dulce rutina de aquellos días, un correo electrónico que bien podía haber sido uno más entre mil peticiones, resultó ser el único contacto con el exterior por parte de aquel malogrado centro de investigación. La remitente era María Rosa Padilla, integrante de Le Espai Xirgu, un grupo de teatro de Molins de Rei, localidad natal del mito. Solicitaba a los responsables del evento material y documentación acerca de la trayectoria de Margarita Xirgu, sobre todo en su idílico romance con el teatro romano. Sin dudar le enviamos todo lo que teníamos, y a partir de ahí surgió una amistad que ha llegado hasta hoy, cuando he oído su voz por primera vez.
No te conozco en persona Rosa, pero se mucho sobre ti. Se de tu lealtad completa a los tuyos, de tu generosidad sin límites, de lo que sufres con esa maldita enfermedad que a todos nos toca de cerca. De tu energía desprendida. De tu fuerza. Sé que tienes un grupo de teatro que cuando sube a las tablas se llena de vida y arrincona por un momento los problemas. Que está unido, que lucha contra toda adversidad pública o privada, que no se rinde. Hoy me has devuelto por un momento a la mesa de aquel despacho. Las horas dormidas y malditas de mi paso por el festival se han levantado una por una para pasar por mi mente como en el último trago, a velocidad de copa y risa, entre amigos eternos y amores violentos.
Si algún regalo tengo que agradecer a la Xirgu ese es tu amistad. Vuestro cariño. A veces digo que tengo una abuela postiza y catalana. Todas las etapas de nuestra vida nos dejan una marca tras su partida. Este tiempo en el festival desde luego que me ha dejado más de una, pero ésta es sin duda para mí la más entrañable.
Saberte cerca, Rosa, me hace verme desde otro lado del espejo, que siempre anda escondido. Mucho tiene que ahogarse para hacer ruido, pero en parte gracias a ti, cuando ruge es tan potente que hace temblar los mismos cimientos de mis ruinas milenarias, ésas, que en secreto nocturno, quieren brillar siempre.
Gracias por colmarme entre bambalinas, amiga.   

jueves, 21 de febrero de 2013

La LLorona


 
Corren tiempos en los que la casualidad puede ser un arma en la que, acaso, no hayamos reparado antes. El mundo en 2013 definitivamente va camino de volverse completamente loco. No hablaremos en esta presentación de la situación mundial (en primer lugar porque no sabemos, en segundo lugar, porque no queremos). Lo que haremos será describir, criticar y opinar acerca de la situación mundial.
 
La Asociación Cultural “La Llorona” nace como consecuencia de la nada. Emerge del río del cual se inspira su nombre, en cuyo caudal vertió lágrimas de rencor y miedo una mujer. La causa de sus lamentos era la perdida de sus hijos. Se sospecha que fueron ahogados en ese río. Esta leyenda mexicana cuenta que todavía hoy se escucha su llanto por las orillas. Y quien se acerca demasiado, logra incluso verla. Dicen que es la misma muerte.
Esta historia no tendría mayor importancia si no fuera porque una canción que interpretó la Vargas  también se llamaba Llorona, que interpretó solo como ella sabía en la película Frida. En el film, la cantante aparece personificando a la muerte. Quizá a partir de la canción de Chavela podamos trasladarnos a un cuadro, una escultura, un libro o un corrillo de personas, que también traten la historia de esa misteriosa mujer, cuyo origen e historia se multiplican en decenas de versiones populares.
En La Llorona creemos que la cultura es precisamente eso. Buscar conexiones entre manifestaciones artísticas que nacen de personas y grupos de personas que se comunican entre sí. Dichos grupos están en todo el mundo, son muy grandes o muy reducidos, de muchas clases y de muy diversa duración. Actúan continuamente como un todo enormemente independiente, cuyos mimbres tejidos de arte llenan el río de agua fresca.
No sólo pensamos que nuestro ámbito de actuación es la cultura, sino que creemos firmemente que la cultura está en cada mínimo proyecto que nace y muere. Si hubiéramos querido crear una Asociación de Pesca En Agua Dulce, también la cultura tendría cabida en eso que los entendidos llaman ámbito de actuación. Todos actuamos. Siempre. Todo acción, sea cual sea, está fuertemente significada por un motivo cultural, principalmente.
¿El objeto de todo esto? APRENDER. Con mayúsculas. De unos y otros. De todo el que se acerque a “llorar” con nosotros. Nos embarcaremos en proyectos que sobre todo nos gusten. Esta entidad no nace con aspiración económica alguna. No queremos vivir de ella. Queremos ser ella y queremos ser libres.
En definitiva, sea por motivos casuales o premeditados, estamos aquí. Bajo nuestro nombre cabe todo el que quiera participar. Abajo están algunos de los que coinciden en nuestra forma de “llorar”. Somos abiertos, informales y obstinados. No nos pidas seriedad, sino profesionalidad. No queremos ir más que a donde nos propongamos nosotros mismos. Sin presiones. Sin cadenas.
Esta es nuestra “razón social”.

CHESKU/RUTH/ANDREA/JAVIER R.

lunes, 14 de enero de 2013

A propósitos...

 
 
Si te paras a pensar en el tesoro que supone el tiempo, descubres las veces que derrochamos instantes metalizados en monedas de oro; “pudimos ser héroes”, decimos cuando un proyecto atraviesa el océano entero y muere en la misma orilla; cuando esperas una llamada que nunca se produce o bien al permanecer embelesado en el horizonte vacío de sombras que jamás lo cruzan. Por otro lado, escuché hace poco que “el recorrido, a veces, es más valioso que el resultado final”. Sin buscar el aplauso y el reconocimiento. A veces corremos contra el crono para poder llegar más temprano, mejor preparados y en perfecto estado de descomposición. Cuando la energía se esconde entre las costuras del sofá cuesta mucho posicionarse de nuevo al frente de un velero. Pero lo haces. Lo vuelves a hacer, y si fracasas, te vuelves a poner al timón. Sin lamentos. Con ansia. Y ese momento en que empiezas de nuevo, es un nuevo tesoro descubierto en una isla imposible de localizar en cualquier mapa. Vuelves a volver a volar.
 
Se trata de eso. Si la vela se rompe, hay que volver a coserla. La quilla se fabricó con ardor, por eso estará siempre tan intacta como deseemos. No podemos inventar laberintos que nos lleven a espejismos en el desierto. Me propongo seguir navegando, poner la sangre en los dedos encallados para que bailen de nuevo al son de Juanita para elevar un nuevo repertorio a nivel de concierto. Así, mientras las horas desfilan tras la ventana ralentizaré los minutos al calor de un cenicero, cocinando metas entre notas de mimbre y golpes de ctrl + E. Me propongo recuperar lo perdido en la vereda, rápidamente para que no se agote el tiempo y nosotros ante el lecho vacío, nos encontremos velando al muerto.
Reventaremos distancias a través de minutos y lugares y asumiremos el poder para manejar el crono en la palma de la mano, sin una barrera que no se pueda saltar, engañando con triquiñuelas al miedo. Aunque vivamos deprisa, siempre tendremos tiempo.