martes, 15 de noviembre de 2011

La isla de ébano

Foto: Caleta de Famara. Lanzarote



Cuentan unos escritos antiguos que el 1 de Septiembre de 1730, un sacerdote del municipio de Yaiza corría despavorido con el resto de la población, a causa de unas erupciones volcánicas, cuyas consecuencias son visibles en la actualidad en tu zona suroeste. El suelo de más de 50 kilómetros cuadrados se conforma de piedra negra y rojiza; algunas paredes creadas por la lava parecen chocolate derretido y detenido en el tiempo, para siempre.
Los lugares no sólo están compuestos por arena, sol y roca. También incluyen recuerdos. Recorrer de nuevo tu peculiar paisaje eterno ha sido toda una aventura de regresiones permanentes, mezcladas con el presente más absoluto, en una amalgama de colores fríos y cálidos como el cielo de estos siete días, sembrado de nubes por entre las que se enhebraba el sol. Al paso de cada calada, se iban borrando las huellas que antaño me hacían cojear. Al son de cada risa, fueron muriendo las tardes en el mirador del río, donde el mar se divisa como una enorme manta repleta de perfectas arrugas, y el cielo que se acuesta sobre ella, arde enrojecido por la furia.
La bruja dibujada con neón que sobrevuela tu norte dejando escapar una risa desternillante, lleva en su escoba las lágrimas que hace años se vertieron por tus dunas de ceniza, y que hoy se han convertido en restos de limonita. Me duele el cuello cuando yo la supero a ella en altura y nos alejamos de ti. Me duele porque no puedo dejar de mirar atrás. Porque ahora sí, me he reconciliado contigo. Ahora sí me da pena abandonarte.
Lavar el espíritu, rememorar el llanto para que permanezca la risa, encender la oscuridad, volver a un lugar para regresar del revés, con un tesoro en la mente que permanecerá siempre, aletargado como los sueños esparcidos por tus valles sombríos sin pájaros. Significa entonces, que hemos hecho las paces. Que tú no tuviste la culpa de vivir aquello, y al tiempo, fuiste afortunada por verlo. Porque de ese modo, lograste bañar las neuronas en chocolate derretido, detenido en el tiempo. Para siempre.


Si acudes a un lugar sin buscar nada, vuelves con los bolsillos llenos.