sábado, 27 de febrero de 2010

Sueños de agua

La penumbra envolvía las paredes y techos del misterioso lugar, y avanzando por el pasillo que da la bienvenida, el aroma del incienso y la humedad comenzaron a rodear los cuerpos. Poco a poco, los poros de la piel fueron cobrando protagonismo en clara ventaja a la mente, que se fue marchando de la realidad con la suavidad del esposo que cierra la puerta despacio por la mañana, cuando se marcha al trabajo para no desvelar a su mujer. Los cinco sentidos se pusieron de acuerdo y se dedicaron por entero a recibir cada aroma, color, leve sonido en forma de nota musical, sabor y textura con toda la intensidad que otorgaba la oportunidad de parar el tiempo. Un milenario paréntesis que frenó el tren de alta velocidad de las circunstancias, alimentando la cotidianidad con nuevos ingredientes, en claro enfrentamiento pacífico con la agonía de la rutina excelsa.
Cerrar los ojos, tapar la boca con un beso, mostrar la desnudez del alma sin miedo a exponerse, confiar en la mirada sin velos que la atenúen, saborear las gotas en suspensión del aire, recibir cada estímulo para ser consciente, y buscar la concentración para no concentrarse en otra cosa. Esas fueron las premisas, las únicas reglas no habladas, ni planeadas.
Aquellos sueños de agua inundaron almas, sumergieron para siempre las ruinas de una vida y abastecieron las arcas de la nave, preparándola para surcar los mares durante meses, sin necesidad de tomar tierra.

martes, 9 de febrero de 2010

A puerta cerrada, ventana abierta

Lo primero que recuerdo al cruzar la enorme puerta trasera del escenario es un olor fuerte resultado de la mezcla de sudor y maquillaje; luego, tras colocar todos los trastos a través de la penumbra de los focos superiores, nos miramos tras el telón bajado. Se hizo el negro y el órgano empezó a sonar. De ahí hasta el final, nervios, garganta seca...y mucha luz. Tras eso, el shock tardó en marcharse todavía un rato. Mi mente fue ocupada por la actuación y aún en la soledad, caminando hacia el coche, los oídos taponados ahogaban mis pasos como cuando sales de un recinto ferial abarrotado de gente y voltios.
Sensaciones parecidas a las de otros tiempos, cuando esa bendita oscuridad previa me sorprendía vestido de mayordomo neurótico, encerrado en una celda preso únicamente de mis complejos, o a lomos de una escoba con cabeza de calcetín, en el papel de Layo, padre de Edipo.

"2010 ha empezado con un carnaval", decimos en un tema. Y tanto: señores! Vamos a cantar... Un pasodoble para festejar y arrancar este año haciendo rueda, cerrando puertas que no dejen pasar fantasmas traicioneros (fantasmas también en todos los sentidos) y abriendo ventanas adornadas con lentejuelas, música, pelucas y pintura.
Para irse de este mundo un ratito.
Para verlo sonriendo con dientes nuevos y dejando que pase el fresco con ganas, con fuerza... y con espíritu.

miércoles, 3 de febrero de 2010