jueves, 9 de junio de 2011

Golpe de efecto



Rehacer los planes, es a veces, una tarea tan aburrida como complicada. Sin embargo, contiene este hecho una luz interior, que el ojo humano no aprecia. Esa luz es la manifestación invisible de una fuerza bruta, que te empuja del sofá en un momento determinado, y que además, nunca sabes por dónde va a venir. Y en ese sofá, dejas enterrados en los huecos que hay entre los cojines un montón de pensamientos vanos, un capuchón de bolígrafo, un mechero, una moneda e incluso, algún que otro resto de autocompasión.

Por otro lado y aunque esta luz me empuja cada día más hacia varias metas a la vez, la espalda ha dejado su hueco en el umbral del dolor para el cuello, que ahora es el que manda en mis movimientos. Tengo la sensación de que es el mismo dolor, pero que ha emigrado hacia el norte, asustado por el efecto de la acupuntura. Creo que me avisa para que frene un poco el ritmo, que ordene objetivos, que priorice metas.

Desacelerar en época de incertidumbre nunca se me ha dado bien. Al contrario. Y ahora que me veo obligado, mantengo una lucha constante con ese sofá maldito, abrazando la pereza como una excusa, el sueño como un recurso, y echando de menos a la imaginación, que está de vacaciones. Por eso, hay una niña mágica que está a la cola de los personajes a los que les debo el final de una historia, y pasan a mi cuarto cada noche una ristra de fantasmas de todo tipo, antiguos y nuevos, a los que hace tiempo que dejé de invitar a cenar.

domingo, 5 de junio de 2011

Un dia para la emoción

Se dice siempre que “la vida corre muy deprisa”, que “parece que fue ayer”, que si “para dos días que nos quedan”, que esto… que lo otro. Llevo meses teniendo la sensación de que voy a tener que empezar a creerme estos tópicos, pese a mi resistencia eterna a hacerlo. Será porque los momentos importantes cada vez son mayores; porque cada vez pasa menos tiempo entre un acontecimiento importante y otro. Las fiestas, los compromisos, las obligaciones, los papeles, las auditorias, los ensayos, los conciertos, las clases, el trabajo, el montaje de fin de año, presentaciones de proyectos ya ensoñados, un lejano examen, un taller importante, un curso vital, una oportunidad única, una tarde horrible, un estreno en el cine aún más horrible, etc… Podría seguir así durante horas, y aún así, insisto, “parece que fue ayer” cuando empezó todo.

Esta noche vamos a echar el freno. Tenemos el marco ideal para hacerlo. Si en lo que llevamos de año, hay un momento clave para parar, ese es el del día de hoy. Sólo si te paras a descansar un rato puedes visionar los recuerdos compartidos, ordenarlos y disfrutarlos, para poder después, continuar construyendo el futuro. No solo es bueno, sino además, como dice un amigo, “altamente recomendable”.

Es entonces cuando comienza la película: Se inicia como no, con una fiesta, para después mezclarse con otra. Una risa rompe a volar, y un montón de risas actúan de eco; momentos de duro trabajo, se mezclan en una receta perfecta con reuniones nocturnas; amores que se suceden, se entremezclan, y a veces, retroceden, aunque solo para coger carrerilla; batallas nacidas de la misma sangre del corazón, que toda vez que se paró, volvió al poco a bombear, pero más fuerte; sueños compartidos que se han quedado aparcados, y quizá, nunca olvidados; música que ha reventado almas, golpes rítmicos de pura alegría, euforia apasionada a menudo, y locura irremediable, siempre.

El hilo argumental se entrelaza con viajes. A todas partes, con muchas compañías, sin más pesar en la cabeza que el regreso, pero con la maleta siempre fuera del armario, para poder “volver a volver”. Salpican la pantalla imágenes nítidas de amistades eternas, condenadas a entenderse. Tesoros conseguidos en alta mar, y traídos a puerto en barcas de cartón.

Desde luego, si hay un momento esperado para la emoción, ese es el del día de hoy. El motivo más importante, es que hoy, todos podremos abrazarnos por lo menos una vez, muchos nos besaremos por los menos diez veces, cada uno de nosotros se mirará a los ojos, en un maravilloso baile de espejos, en el que cada uno se reconocerá, se “hará con el pelo así”, y seguirá bailando. Siempre.

Y a partir de ahí, proseguiremos un camino por la vida, riéndonos con todas nuestras fuerzas, en vuestra compañía.

PARA MARÍA E INMA. Para siempre.