miércoles, 10 de septiembre de 2014

La nana del mar


A la nana, nanita nana, a la nana, nana del mar
En tu barquita de arena yo me voy a navegar,
La orillita se estremece con tus huellas de coral
Y tus rizos enredados se visten de espuma y sal

Ya vienen las olas del viento a tu pelo
que nenen, que nenen” me cantas con miedo
tu dedo estirado señala hacia el cielo
y solo la arena se entera del viento.

A la nana, nanita nana, a la nana, nana del mar
En tu barquita de arena yo me voy a navegar,
La orillita se estremece con tus huellas de coral
Y tus rizos enredados se visten de espuma y sal.

Corriendo dibujas tus huellas chiquillas
Tu gritas y gritas yo fuerte te beso
Las olas se mueren y nacen de nuevo
Y “ala que ala” y “uuú” y te quiero

A la nana, nanita nana, a la nana, nana del mar
En tu barquita de arena yo me voy a navegar,
La orillita se estremece con tus huellas de coral
Y tus rizos enredados se visten de espuma y sal

Tus ojos llorosos me mojan el pelo
Te abrazo y te estrujo y te me metes dentro
Tus piernitas lindas anhelan el suelo
Corriendo me dejas, me convierto en hielo.

De noche te duermes y enredo en tus dedos
la luna te mira y se muere de celos
las luces titilan allá a lo lejos
espantados huyen toditos tus miedos

A la nana, nanita nana, a la nana, nana del mar
En tu barquita de arena yo me voy a navegar,
La orillita se estremece con tus huellas de coral
Y tus rizos enredados se visten de espuma y sal.

Para ti, solo para ti.

martes, 9 de septiembre de 2014

Los que importan

Lo primero que entró por mi vista cuando conocí a Jaime fue el ejército de cables y medicinas que sustentaban la levedad de su cuerpo curvado. La persona que había detrás llegó tan sólo unas horas más tarde, cuando interioricé el funcionamiento de cada una de las piezas de ese engranaje diabólico y Jaime pasó a ser el “mejor de mis problemas”. En esas pocas horas, lo poco que puedo aborrecer en este trabajo y que va unido a inseguridades propias me volteó el corazón, enérgico en su camino circular por la piscina. El bloqueo fue total. Intenté luchar contra mis fantasmas, esos que me persiguen hace tiempo y que por suerte sé situar bien en el mapa. Pensé en la rutina que creía inminente pero los días pasaron y se convirtió en un parque de atracciones con un circo de los horrores dentro. Las risas nocturnas mitigaban el desierto de esos días, lentos y rápidos a la vez, en un extraño pliegue de tiempo encerrado en este verano raramente emocionante.
He aprendido muchas cosas en dos semanas. En mi maleta han regresado más errores que aciertos que el tiempo, seguro, me irá mostrando en un espejo. Sin embargo, un gran acierto puede ocultar con un dedo el peor de los fallos y el mío creo que es la convicción tan profunda que siento a la hora de interactuar con semejantes tan distintos, tratándolos como si fuera yo el apoyado, el que les necesita. Es en ese detalle donde uno se acerca a ellos, tan diferentes y tan iguales como lo puedo ser yo con respecto a cualquier otra persona. Ahí está la magia. En el milagro de ver al diferente a ti como igual a ti. Simple ¿no? Pues no queremos verlo.

He vivido la mitad de mi vida. En el mejor de los casos me queda otra mitad que afronto con más dudas que certezas. La segunda parte de esa mitad de mi trayectoria la he pasado con ellos. Ahora mismo la perspectiva de tanto tiempo es más fuerte que el esfuerzo de vivir el día a día, semana a semana. Me puede, me duele ver cambios prefabricados que no tenían por qué haber ocurrido y me desconcierta mucho la enorme incapacidad existente para reconocer nuestra parte de responsabilidad. Algo brutal, la envidia de todo aquel que no conocía esta experiencia, se ha transformado en un medio para sobrevivir hasta que llegue algo mejor. En un currelo más. No quiero que se me entienda mal, ojo, en los tiempos que corren sería de necios no valorar eso. Pero a mí me va la marcha, me va lo que me iba hace años y que ahora está enterrado sobre escombros de aplastante practicidad. Supongo que es la vida, que cuando crecemos irremediablemente todo pierde color, tras tantos lavados. Pero yo sigo necesitando sorprender, sorprenderme, estremecerme con un gesto, reírme con una simple ducha de manguera o volar con la imaginación a una comunidad de vecinas con piscina comunitaria y chinchorrera. No sé, lo que sea. Pero que tenga vida. Que tenga alma y te provoque síndrome de abstinencia. No quiero pensar que he perdido para siempre la oportunidad de disfrutar con mi trabajo, de apasionarme con mi trabajo.
Sigo viendo las cosas de antes, por supuesto, no soy de piedra y el tiempo, a pesar de ser mi enemigo, me da bastantes treguas. Sigo asistiendo a milagros de comunicación con alguien que en un principio, parece venido de Marte o simplemente me asusta. No pasa nada si algo nos asusta, lo raro sería que nada nos afectara. Sigo necesitando complicidades completas, con compañeros que te enseñen sin parar. Pequeños momentos dulces para guardar con celo como los ocurridos esto catorce días y que en su mayoría poco o nada tienen que ver con lo profesional, lo cual está de más debatirlo.

He pensado mucho en los quince años que llevo siendo especial al lado de personas diferentes. Como homenaje, creo que ellos y yo nos merecemos una reflexión calmada que comience en los distorsionados orígenes de todo esto. He comprendido que hay profesiones cuyo carácter efímero debemos asumir. Todos sentimos que pertenecemos a algo hasta que dejamos de sentirlo. Entonces solo te queda hacer balance, que a estas alturas tampoco está tan mal. Es más, creo con fuerza que es lo más justo y bello que podemos hacer por ellos, por los especiales. Los que importan.