Tu fuerza se compone de lo afilado de tus colmillos, de la tenacidad de tus uñas, y de tu sentido animal, que te oculta en la selva eterna de asfalto, que te da cobijo en las cuevas de acero, que te inhibe de todo peligro en tu lecho de pétalos de flores raras. Desde el Alba de tu almohada, has de contemplar tu victoria cotidiana, llorar tus fracasos con entereza y la frente alta, reír tus desdichas nimias, pero tan importantes… y soñar tu futuro.
Las dunas repletas de Soledad de tu cuerpo, deben ser besadas por tus amantes. A ellos te debes dar por entero, a ellos te arrojarás por un pedazo de amor que este mundo te tiene reservado. Pero en la noche, cuando el frío y la clandestinidad se sobrevengan, abrirás bien los ojos, los llenarás de Luna y los mantendrás despiertos, vigilantes, ante la jauría de hienas que te esperan con sus bocas babeantes.
No habrá tregua para el descanso; no habrá Paz sin una guerra, que ya de por sí tienes ganada.
Y solo importará el brillo de tu pelo, la candidez de tus mejillas junto al fuego. Cualquier animal observará tu hermosura, claudicará ante tus labios, se rendirá ante tu pecho ardiente y te deseará con la misma intensidad que un desgarro. Te lamerás las heridas mientras te abrazan fuerte, contra un cuerpo encendido. Solo recordarás las Flores iluminadas de sol, bañadas en Rocío, y rebeldes entre Candelas. Tu centro de mujer se elevará al monte de Venus, donde la fiera volverá a rugir.
Entonces te verás de nuevo en un espejo; contemplarás a tu fiera dormida, que en ti nació, y en ti ha de morir.