Alberto cuenta todas sus carreras por victorias. Prepara cada competición con esmero, entrenando cada detalle, dándose cuenta de sus potencialidades, y trabajando para mejorar cada día sus debilidades. Cronometra cada sesión y atendiendo a unas determinadas cifras, así planifica la siguiente. 10 km, 45 minutos, 42 segundos; 24 km, 1 hora, 53 minutos, 32 segundos… Mide su pulso, controla la respiración, mira al frente, se hidrata, relaja músculos y vuelve a atacar. A su llegada a meta, resume: número de calorías quemadas, grado de reducción de grasa, distancia recorrida…total de metas alcanzadas en un tiempo determinado, cantidad de días empleados, maratón o media maratón, asfalto o tierra… Todos nos movemos en el insulso baile de los números y cálculos.
Ya lo dijo Cata, “Estamos condenados a la
fatalidad del círculo mientras la información se transmite en 1 y 0”,
ansiamos un marcador a favor, buscamos ansiosos una medida favorable en la
báscula; cuando llegamos al cajero automático, lo hacemos con el vértigo que la
incertidumbre nos brinda en su forma más siniestra. Nada más levantarnos, el
reloj nos muestra dos números con sus agujas hitlerianas y nos apremia para que
no lleguemos tarde a la fiesta de las máquinas.
Los
números también abren y cierran etapas. Mañana una sola cifra, concretamente 283,39,
cerrará la primera en esta ciudad. 892 días que culminarán con un apretón de
manos tan frío como las mismas matemáticas, falto de toda emoción como el
cerebro de un gerente, gris moribundo, que irá directamente al desván de la
memoria donde se acumulan objetos llenos de polvo y telarañas.
La
ventaja de prepararse para las metas, es que aprendes a guardar las buenas
sensaciones que te dejan los datos recibidos desde las salidas. Como en una
operación a corazón abierto, seleccionamos con un preciso bisturí los “momentos de calidad” –Dani dixit- de
entre las entrañas sangrantes. Entonces resumimos: "el tiempo de felicidad pasó
volando", preocupaciones que han prolongado las horas, número de ideas terminadas, trabajo bien y
mal hecho, ilusiones alcanzadas, escombros a retirar.
La ventaja de querer superar la idea de ayer es que con toda seguridad, el esfuerzo de mañana valdrá la pena. Lo mejor de los números es que miden los logros, cronometran nuestro ritmo, aceleran nuestra desidia, anulan los obstáculos y nos avisan para esprintar cuando el sudor en los ojos nos impide ver la meta.
La ventaja de querer superar la idea de ayer es que con toda seguridad, el esfuerzo de mañana valdrá la pena. Lo mejor de los números es que miden los logros, cronometran nuestro ritmo, aceleran nuestra desidia, anulan los obstáculos y nos avisan para esprintar cuando el sudor en los ojos nos impide ver la meta.
Ya tarareo por la calle la canción perfecta para la siguiente carrera.