miércoles, 23 de septiembre de 2009

La soledad cualquiera

Anoche saliste por un momento, y te fuiste al son de un duelo.
Parecías más alargada y amarillenta que otras veces, pero ahí estabas de nuevo, con tu "D" creciente, engañándome una vez más.
Pero esta vez no. Ya te conozco, y cuando vi que ya no estabas, pensé que este es mi momento.
Ser consciente de que tomar una decisión sin imprimirle una trascendencia, puede ser el secreto para cambiarte la vida; y ahora reconozco que la trascendencia de los hechos la dibujamos nosotros. Escuché ayer que "debemos tener cuidado con las cosas que hacemos en la vida, porque en el instante antes de la muerte, ves todo lo que has hecho".
Ahora no se trata de tener cuidado, sino de hacer cosas que luego te dejan dormir.
Anoche, además, paseé de la mano de Koraline por sus mundos de ojos de botón, soñé a medias con Berlín, a medias contigo, volví a cantar con el niño que conoce todas las canciones de la tierra, y entre ensoñaciones, Adela se coló para reclamarme su historia.

Volví a pensar que ahora, no tengo que irme a ningún sitio para echar de menos, porque ya echo de menos a quien lo merece.
Como dice Fito, "viene el viento de otro lado".
Y yo tengo el timón...

2 comentarios:

Los viajes que no hice dijo...

Y qué timón, cariño. Agárralo fuerte y que el viento te lleve.

(Por no poder dormir por las noches algunos nos fuimos de determinados sitios. Aunque eso no te garantiza un sueño reparador).

la bruja piruja dijo...
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