El día del libro celebrado ayer coincidió con una circunstancia muy feliz: se entregó el premio al Fomento de la Lectura de Extremadura a la Librería San Francisco, de Mérida. Un premio a una iniciativa privada y a una labor de años, realizada por dos personas especiales, trabajadoras, sinceras y sencillas, enormes, y que se toman este galardón, más allá de la importancia que pueda tener, como un reconocimiento a ese empleo constante de sus horas en ese local.
Una librería en la que me he sentido muchas veces como en casa, y donde las historias, reales o imaginarias, se han ido entrecruzando, mezclándose en un genial cocktail formado por páginas de libros antiguos y nuevos, donde han tenido cabida aventuras de amor y de odio, de sufrimiento y de alegrías. Allí dentro han confluido historias hermosas de recuerdos, de ausencias y olvidos, de reencuentros y redenciones. Ha sido guarida de ladrones, paisaje de fantasía para los más niños, madriguera de animales extraños, y hogar con chimenea de amantes.
Todas las semanas, un grupo de personas se reúne entre las estanterías mágicas de la librería para hablar de todos estos mundos, y es por eso por lo que ayer se le otorgó este reconocimiento, merecido con todas sus letras.
La Librería San Francisco ha ganado a lo largo de los años mucho más que un premio: el respeto de todo el que la pisa; y yo he tenido el orgullo y el honor de conocerla.
Felicidades familia Gómez Cabanes.
1 comentario:
Desde la distancia, en lo distante del otro extremo de la piel de toro, como visitante ocasional que desde Barcino llegó hasta la Emerita Augusta comparto el mismo sentimiento que tan sutilmente me han evocado esas líneas.
Manuel
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