Lo
primero que entró por mi vista cuando conocí a Jaime fue el ejército de cables
y medicinas que sustentaban la levedad de su cuerpo curvado. La persona que
había detrás llegó tan sólo unas horas más tarde, cuando interioricé el
funcionamiento de cada una de las piezas de ese engranaje diabólico y Jaime
pasó a ser el “mejor de mis problemas”. En esas pocas horas, lo poco que puedo
aborrecer en este trabajo y que va unido a inseguridades propias me volteó el
corazón, enérgico en su camino circular por la piscina. El bloqueo fue total.
Intenté luchar contra mis fantasmas, esos que me persiguen hace tiempo y que
por suerte sé situar bien en el mapa. Pensé en la rutina que creía inminente pero los días pasaron y se convirtió en un parque de atracciones con un circo
de los horrores dentro. Las risas nocturnas mitigaban el desierto de esos días,
lentos y rápidos a la vez, en un extraño pliegue de tiempo encerrado en este
verano raramente emocionante.
He
aprendido muchas cosas en dos semanas. En mi maleta han regresado más errores
que aciertos que el tiempo, seguro, me irá mostrando en un espejo. Sin embargo,
un gran acierto puede ocultar con un dedo el peor de los fallos y el mío creo
que es la convicción tan profunda que siento a la hora de interactuar con
semejantes tan distintos, tratándolos como si fuera yo el apoyado, el que les necesita. Es en ese detalle donde uno se acerca a ellos, tan diferentes y tan iguales como lo puedo ser yo con respecto a cualquier otra
persona. Ahí está la magia. En el milagro de ver al diferente a ti como igual a
ti. Simple ¿no? Pues no queremos verlo.
He
vivido la mitad de mi vida. En el mejor de los casos me queda otra mitad que
afronto con más dudas que certezas. La segunda parte de esa mitad de mi trayectoria la
he pasado con ellos. Ahora mismo la perspectiva de tanto tiempo es más fuerte
que el esfuerzo de vivir el día a día, semana a semana. Me puede, me duele ver
cambios prefabricados que no tenían por qué haber ocurrido y me desconcierta
mucho la enorme incapacidad existente para reconocer nuestra parte de
responsabilidad. Algo brutal, la envidia de todo aquel que no conocía esta
experiencia, se ha transformado en un medio para sobrevivir hasta que llegue
algo mejor. En un currelo más. No quiero que se me entienda mal, ojo, en los
tiempos que corren sería de necios no valorar eso. Pero a mí me va la marcha,
me va lo que me iba hace años y que ahora está enterrado sobre escombros de
aplastante practicidad. Supongo que es la vida, que cuando crecemos
irremediablemente todo pierde color, tras tantos lavados. Pero yo sigo
necesitando sorprender, sorprenderme, estremecerme con un gesto, reírme con una simple ducha de manguera o volar con la imaginación a una comunidad de
vecinas con piscina comunitaria y chinchorrera. No sé, lo que sea. Pero que tenga
vida. Que tenga alma y te provoque síndrome de abstinencia. No quiero pensar
que he perdido para siempre la oportunidad de disfrutar con mi trabajo, de apasionarme con mi trabajo.
Sigo
viendo las cosas de antes, por supuesto, no soy de piedra y el tiempo, a pesar
de ser mi enemigo, me da bastantes treguas. Sigo asistiendo a milagros de
comunicación con alguien que en un principio, parece venido de Marte o
simplemente me asusta. No pasa nada si algo nos asusta, lo raro sería que nada
nos afectara. Sigo necesitando complicidades completas, con compañeros que te
enseñen sin parar. Pequeños momentos dulces para guardar con celo como los
ocurridos esto catorce días y que en su mayoría poco o nada tienen que ver con
lo profesional, lo cual está de más debatirlo.
He
pensado mucho en los quince años que llevo siendo especial al lado de personas
diferentes. Como homenaje, creo que ellos y yo nos merecemos una reflexión
calmada que comience en los distorsionados orígenes de todo esto. He
comprendido que hay profesiones cuyo carácter efímero debemos asumir. Todos sentimos
que pertenecemos a algo hasta que dejamos de sentirlo. Entonces solo te queda
hacer balance, que a estas alturas tampoco está tan mal. Es más, creo con
fuerza que es lo más justo y bello que podemos hacer por ellos, por los
especiales. Los que importan.
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