Lo primero que recuerdo al cruzar la enorme puerta trasera del escenario es un olor fuerte resultado de la mezcla de sudor y maquillaje; luego, tras colocar todos los trastos a través de la penumbra de los focos superiores, nos miramos tras el telón bajado. Se hizo el negro y el órgano empezó a sonar. De ahí hasta el final, nervios, garganta seca...y mucha luz. Tras eso, el shock tardó en marcharse todavía un rato. Mi mente fue ocupada por la actuación y aún en la soledad, caminando hacia el coche, los oídos taponados ahogaban mis pasos como cuando sales de un recinto ferial abarrotado de gente y voltios.
Sensaciones parecidas a las de otros tiempos, cuando esa bendita oscuridad previa me sorprendía vestido de mayordomo neurótico, encerrado en una celda preso únicamente de mis complejos, o a lomos de una escoba con cabeza de calcetín, en el papel de Layo, padre de Edipo.
"2010 ha empezado con un carnaval", decimos en un tema. Y tanto: señores! Vamos a cantar... Un pasodoble para festejar y arrancar este año haciendo rueda, cerrando puertas que no dejen pasar fantasmas traicioneros (fantasmas también en todos los sentidos) y abriendo ventanas adornadas con lentejuelas, música, pelucas y pintura.
Para irse de este mundo un ratito.
Para verlo sonriendo con dientes nuevos y dejando que pase el fresco con ganas, con fuerza... y con espíritu.
2 comentarios:
¡Ese es el espíritu!
Buena reflexión, amigo Chesku ^^
Un saludo del hombre del sur ;)i
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