domingo, 7 de marzo de 2010

La vereda de los elefantes

Solamente los enseres personales faltaban por recoger. Al llegar estaba todo pulcro, la mano de Juani siempre se nota; sobre mi mesa, todo perfectamente ordenado: el lapicero, el cenicero limpio de colillas, papeles varios, llaves de camerinos, un libro enviado desde Molins de Rei, tarjetas recién hechas con mi nombre completo... Para seguir con la tónica he ido solo, lo quería así. Sin despedidas, sin abrazos. Tampoco había otra opción.
La puerta pequeña de salida no permite la entrada a nadie más que a mí. Iba cargando con los retales de mis recuerdos adormecidos, enrollados durante un mes y medio, y que hoy han repuntado la resaca en mi cabeza y en mis piernas. Todo esta listo ya. El centro sigue como si nada, recopilando la historia haciendo historia, pero sin recordar a nadie que no tenga nombre y apellidos. Pasen y vean, pero solo los que lo merezcan.
Los proyectos tienen que salir por bemoles, sin importar las personas que muevan los hilos detrás de ellos, pisando fuerte la hierba del camino, aplastándola y matando toda vida que en ella habite, como Haníbal y su ejército milenario.

Al salir del piso y con mi mente luchando por soportar el dolor de cabeza, me dio la sensación, a pesar del orden aparente, de estar saliendo de un lugar que había ardido mes y medio antes. Fui a recoger lo poco que se salvó de las llamas y la asfixia que provocó la humareda de los últimos días. Sin embargo, algo se quedó allí dentro: una carpeta titulada "Musiquita pal alma". No tuve tiempo ni fuerzas para llevármela, y aparcando ya cerca de mi casa, en Badajoz, comencé a pensar de nuevo en positivo y decidí que había sido una gran opción. Dejar algo de esencia, de un espíritu benigno en aquel despacho, era lo único que la sangre, hirviente de rabia todavía, me dejó hacer.
Un poco de lucidez entre tanta locura. Mi pequeño pedazo de justicia, un atisbo tan insignificante como la flor aplastada por las pisadas de un paquidermo, pero tan valioso como la semilla que años atrás dio vida a esa flor.
Todo lo que provoca rencor, no debería haber existido nunca. Pero se reconocer lo que se salvó del fuego, y me hace muy feliz saber que lo sigo conservando.

3 comentarios:

Palmiralis dijo...

Estoy segura que la musiquita pa'l alma tendrá efecto contagio... y el resto, se irá limpiando hasta que al final sólo quede lo importante.

Los viajes que no hice dijo...

Cuando yo estuve allí, también usé la musiquita p'al alma...

:)

Te llevas una hermana. Qué más quieres.

Rigaudeau dijo...

No te preocupes Txescu; que arda, que arda, que el fuego purifica.

Yo no tendría demasiadas esperanzas en esos sitios, estoy seguro que harán algo arrogante de esa musiquita. Me imagino alguna canción que entonarán, dándole la vuelta, para presumir de lo guay e importantes que son. ¡Que arda, que arda, que el fuego purifica!