Hace algún tiempo, los dos bajabais por la cuesta soportando el calor insoportable de aquel agosto. Haciendo planes, para variar, veíais el futuro por la mirilla de los sueños compartidos, por la cual vuestras ansiosas miradas luchaban por obtener un hueco, asfixiadas por la curiosidad.
Luego, paso el tiempo, y vuestro enlace dormía tras la verja de una mansión abandonada, por cuyo patio exterior fuisteis pisando hojas muertas de otoño. Todo tenía un inquietante aspecto a olvido. Las paredes estaban desconchadas y la pintura arrugada por el paso de los años, luchaba por mantener su color, a pesar del viento. Los cristales rotos de las ventanas y el timbre sin electricidad, os hizo ver que allí ya no vivía nadie. Aquella casa, en otra época conjunta, es hoy un cementerio de ruinas, que observáis tras esa verja oxidada.
Os dijisteis muchas cosas, algunas repletas de una incómoda verdad, otras vacías de contenido para rellenar los espacios de silencios impertinentes, que venían a oscurecer vuestra trabajada luminosidad. Y todo se hacía más difícil, lento y pesado, como un reloj de arena.
La distancia os hacía más pequeños. Tanto uno como otro iba construyéndose de nuevo, sobre cimientos recién estrenados, apoyados por gente nueva o de siempre, y con los recuerdos revoloteando como mosquitos molestos de verano. Cuando os mirasteis un buen día a un espejo, ni siquiera podíais reconocer la imagen que se proyectaba, y a pesar de recordar perfectamente que alguien bajaba la cuesta, acalorado como vosotros, jamás pudisteis reproducir su rostro. Luego, por las noches, la angustiosa amnesia iba adormeciendo vuestros músculos, y reactivando la sangre de manera desbocada.
Dentro de muy poco, os volveréis a ver. Vuestra intuición será protagonista en los primeros instantes, resultando clave para un buen comienzo. Os preguntareis por qué dejasteis de abrazaros, por qué ya no compartís música, por qué ya no os contais confidencias, dónde yacen las promesas, en qué lugar se encuentra la confianza que antaño depositasteis mutuamente en el otro, en qué puerto abandonasteis un beso...
Si tenéis la suerte de sentir en la piel lo efímero de la vida, nunca más dejareis que la casa se llene de paredes desconchadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario