jueves, 7 de junio de 2012

Buscando a Flora

Recuerdo ahora aquel patio color plata. La noche de luna llena se escondía en cada rincón de la casa. Era domingo y casi todos dormían. Florita y yo habíamos quedado en el pozo. Yo me quedaba aquella noche en su casa con permiso de mi familia, muy cercana a la suya. Todavía recuerdo el ardor que me provocaba estar con ella, tocarla, abrazarnos con nuestros brazos de siete años. El mundo de los adultos nos invadía mientras nosotros nos escondíamos tras las cortinas, engarzados en besos clandestinos e inocentes, inventado canciones y adivinando acertijos. Fue la primera chica que conocí, el primer amor, ese que llaman puro y que todavía hoy, me sigue recordando aromas de albahaca y voces de vecinas.
Recuerdo el momento exacto, los catorce pasos que di hacía su cuerpo diminuto asomado al pozo. Sus pies bailaban en el aire. Tengo grabadas a fuego mis manos “de adulto” sujetando sus piernas y suspendiéndola en el vacío. Ella lloraba de la risa y me miraba al revés, repitiendo nerviosa “¡suéltame venga!”, “¡verás cuando te coja!”…Nunca olvidaré sus ojos temerosos poco rato después, cuando se encontraron con los míos. Se quedó en silencio, su mirada imploraba compasión y la sombra de mi mano se abrió en el suelo del pozo donde los sueños de Florita perecieron. Me quedé un instante observando el fondo. El cuerpo agonizante de mi primer amor se retorcía en la alfombra de su nicho nuevo, yo intentaba recordar una canción que fuera nuestra, para cantarle hasta que se quedara dormida. Pero mi memoria era ya un fantasma. Miré hacia los balcones para asegurarme de que nadie me había visto. Recorrí de vuelta los catorce pasos hasta la cocina. Subí a la habitación asignada y lloré ahogado en la almohada toda la noche.
A la mañana siguiente, me lavé la cara y coloqué mi cabello de la manera más correcta posible. Comprobé mi aliento y bajé a desayunar. Mi vestido estaba perfecto y las perlas de la señora quedaban divinas en mis delicadas manos. Una maleta me esperaba al lado de la puerta. Me recogerían a las 8 en punto y no debía retrasarme. A pesar de mi corta edad, me quedaba mucho trabajo por hacer y si ellos descubrían que era impuntual me sacarían los ojos. El viaje que me esperaba era largo; mi mente comenzó a soñar con una cárcel de mimbre cuando iba bajando las escaleras del portal y una mano arrugada me sujetó el hombro.
-¿Dónde está tu amigo? ¿No baja, Florita?

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUÉ GRANDE ERES CHES, COMO AMIGO, COMO ACTOR, COMO ESCRITOR!! TE QUIERO Y ME HACES FELIZ CADA VEZ QUE TE LEO!

UN BESO DE TU INQUILINA ;)